Ellas, las Madres del Hotel
- Francisco Ortega
- 14 may 2017
- 5 Min. de lectura

En esta ocasión que vaya un sentido homenaje a “ELLAS” con mucho cariño, respeto y agradecimiento.
Corría la década de los ochenta… El equipo de colaboradores del hotel, se consolidaba cada día más y más y la verdad sea dicha, sabíamos hacer nuestro trabajo bien.
La verdad es que cuando ingresé a trabajar, el puesto de posillero en el departamento de steward, estaba ocupado únicamente por personal masculino. Veíamos señoras y señoritas ingresar a Ama de Llaves, Recepción, Teléfonos, Banquetes y otros departamentos que contaban con tan valioso elemento. Nosotros casi no teníamos contacto con Ellas, a no ser las fechas de fiesta y agasajo que se daba a los colaboradores, cada aniversario o Navidad.
El hotel es una máquina que nunca para; una máquina cuyo engranaje debe seguir paso a paso los lineamientos establecidos, a fin de lograr las metas deseadas. Y como es lógico de suponer, la consecución de los objetivos y metas, nos daban un momento de tranquilidad espiritual a quienes de verdad amábamos lo que hacíamos.
Como en anteriores oportunidades lo he escrito, trabajábamos en el hotel gente de toda condición, credo, religión, pero siempre muy respetuosos de los derechos y privacidad de cada uno de nuestros compañeros. Compañeras mujeres y compañeros varones; gente que más allá de la necesidad de trabajar, lo hacía por la convicción de brindar un servicio extraordinario a los huéspedes y clientes.
Pero todo lo anterior, viene de la mano con lo más importante que tiene una empresa de servicio. A que me refiero? … Pues al elemento humano; al cliente interno; a los que día a día entregan parte de su vida para sacar adelante la empresa.
Cuando trabajé como posillero, había conocido a personas humildes, sinceras, echadas para adelante, personas que; no solo pensaban en hacer su trabajo, sino sobre todo en hacerlo bien, y era impresionante verlos como sin necesidad de un jefe, cuando no habíamos terminado toda la labor, no era un obstáculo seguir de largo sin pretender marcar horas extras. Ese espíritu de entrega y amor a la camiseta, era la tónica de todo el personal del hotel… se me eriza la piel cuando recuerdo esos tiempos en que formábamos un solo equipo y todos, remábamos en la misma dirección.
En esta ocasión, quiero referirme a “Ellas”; si a las Damas que trabajaban en el hotel aportando sus técnicas y conocimientos, pero por sobre todo; a la entrega incondicional de todas y cada una de las señoritas y señoras de quienes me siento honrado en haberlas conocido. Algunas de las Damas, siguen laborando en el hotel, otras se han retirado como yo, a disfrutar de los nietos, hijos, familias o simplemente a descansar. Pero para aquellas que siguen en esa labor sacrificada, mis respetos, consideración y gratitud.
Cómo no agradecer a las personas que me recibieron cuando yo pasé de posillero a Ama de Llaves. Un mundo tan diferente y lleno de sorpresas y aprendizaje. Sorpresas porque hasta entonces no se había, ni siquiera pensado en los elementos que componían una cama, tanto desvestida como vestida; cabecera, piecera, largueros, etc… y sobre la lencería, no se diga: sábanas debajeras, sábanas encimeras, fundas, almohadas y lo más impresionante, cada cosa en su lugar.
Es que nosotros en casa casi nunca reparamos en ello; verdad? Esas Damas me enseñaron la trascendencia del orden y la pulcritud de una habitación; la entrega oportuna, la disciplina… por sobre todo eso; disciplina, éste era el requisito básico para poder entender el movimiento de ese gran departamento que es Ama de Llaves en el hotel. Los ingresos más fuertes de entonces, eran justamente por la venta de habitaciones y estas debían estar impecables por decir lo menos. Aromas, combinación de colores, iluminación, y ese infaltable toque femenino que lograba que nuestros huéspedes viajeros del mundo entero, se sintieran como en casa a pesar de la infraestructura típica de hotel grande de ciudad.
Pero quienes eran esas Damas?. He de decirles que eran Madres que a diario dejaban su hogar para trabajar de corrido, arreglando no menos de doce habitaciones en su turno y que sin queja ni reparo, lo hacían con un alto; altísimo sentido de responsabilidad. Señoras en el real sentido de la palabra, personas que luego de su turno de trabajo, presurosas corrían a su casa a arreglar su sala, dormitorios, cocina y demás, para recibir al esposo, hijos o familia.
Y cómo desconocer a las personas que luego de unos meses, me recibieron en Recepción. Departamento inmensamente importante ante el huésped o transeúnte; recordemos que un walk-in deja de serlo cuando la gente de este departamento sabe abordarlo y logra enamorarlo y hospedarlo. Cosas nuevas y muy difíciles de aprender en un comienzo, pero que gracias a la paciencia y dedicación de esas Damas, lo logramos. Y es que no solo hablo por mí, lo hago por todos los que vinieron después de mí.
En Recepción no trabajaban caballeros; solamente eran señoras y señoritas, guapas, cultas, políglotas algunas, educadas y siempre con una fresca sonrisa en su rostro. Su jefa, una de las personas a las que debo y quiero mucho, se preocupaba de marcar siempre el ambiente de compañerismo y alegría. Aquí quiero decir que los que allí trabajamos, nos enamorábamos del puesto de trabajo y estoy seguro en decirlo, era lindo ir a trabajar. Recuerden que yo trabajaba en esa época en el sector público también y no había punto de comparación, sin desmerecer mi cátedra.
En Ama de Llaves como en Recepción, a esa época, tampoco trabajaban varones; solamente era elemento femenino y eran un verdadero ramillete de todo tipo de flores esos departamentos. No; no pretendo hacerme el galán a estas alturas del partido, las señoras me conocían y saben cuánto las admiro y respeto hasta el día de hoy, por el trabajo de hormiga y meticuloso que desarrollan. Las habitaciones del hotel, eran las más bien arregladas y decoradas de la capital. Por ello es que el personal de Recepción, se lucía asignando cualquier tipo de habitación a los exigentes huéspedes que nos visitaban.
Cuando hablo de Ama de Llaves, me refiero también, a las áreas de lavandería y ropería; al igual que cuando hablo de Recepción incluyo a reservas y el back office en general. Que forma de trabajar de esas señoras; que fortaleza, que entrega. Qué carisma de esa gente.
Si alguna vez u ocasión, surgía un impase o inconveniente entre el personal, eran Ellas, las Madres, quienes nos armonizaban y lograban que la paz y tranquilidad laboral se mantenga. Nuestro trabajo como Auditores era muy rígido y esto ocasionaba en oportunidades variadas, motivo de tensión cuando por error algo se pasaba por alto.
No puedo, por el respeto a las Madres que aún trabajan en el Hotel y por aquellas que ya no lo hacen dar nombres, pero quiero que sepan todas; todas las damas que son Madres y aquellas que sin serlo nos cuidaron y ayudaron, que mi gratitud es imperecedera y que donde quiera que estén les deseo el mejor de los días en este mundial “Día de la Madre”.
Es de justicia también, mencionar en este artículo a esas trabajadoras y trabajadores incógnitos del hotel, nuestras esposas y esposos de ellas; madres y padres también, que supieron aceptar los horarios y largas jornadas de trabajo y nos apoyaron en cumplir uno de los mejores sueños que existen y que es, crear “experiencias” en los huéspedes.
Me despido de ustedes y les recuerdo que esto también es una vivencia de hotel.

Comments