“El botones Fantasma”
- Francisco Ortega
- 15 mar 2017
- 6 Min. de lectura

Una vez más con ustedes, para narrarles otra vivencia, que sin alejarse de la realidad, es otro caso de hotel.
Corría el año 1987, exactamente eran los fines del mes de marzo. Un mes sacudido fuertemente por el terremoto de 6,9 grados y que afectó los alrededores del volcán Reventador, con una réplica de 6,7. Este movimiento sísmico fue el día cinco.
La ciudad y el país estaba altamente conmocionado ya que el número de fallecidos llegó a cerca de mil, y no propiamente por el terremoto, sino por las avalanchas y derrumbes de las laderas húmedas a más no poder, debido al fuerte invierno de ese año.
Lo que a continuación les voy a contar, se desarrolló una noche, en la que supuestamente la paz y tranquilidad habían hecho su lugar de descanso en el hotel. La ocupación era normal; es decir a esas épocas decíamos normal a un 80%, lo que nos daba tranquilidad en los tiempos para tener lista la auditoría del establecimiento.
Nuestro grupo y ahora me voy a referir al equipo que conformábamos, los botones, recepcionista, conserje, telefonista, auditores y personal de seguridad estábamos en el front desk, y éramos los llamados a hacer frente a las eventualidades que se produjeran con los huéspedes. También estaba el gerente nocturno, cuya figura era más de los de arriba, que del pueblo o los de a pie como nosotros.
Siempre comentábamos los sustos que pasamos en el hotel, cuando se dio el movimiento sísmico; las anécdotas de los huéspedes y nuestras, eran motivo de festejo, cháchara y regocijo ahora que ya había pasado el mal momento de aquella noche del jueves 5 de marzo.
Estoy desempolvando las bitácoras de ese año y me topo con los hechos de esa noche sacudida; el primer sismo fue a las 20H57 y el segundo a las 23H10. El sismo de las 23H10, fue el que más trabajo y alboroto nos trajo consigo, porque la paz y la tranquilidad de la que hablaba al comienzo, se habían ido a esa misma hora.
De repente, mientras comentábamos sobre el temblor de las nueve de la noche y avanzábamos en el trabajo, hacíamos las típicas preguntas que hasta hoy se repiten… “y donde te agarró el temblor?... y que estabas haciendo?... etc, etc… Empezó a temblar nuevamente y más fuerte todavía. Susto, impresiones cruzadas, la familia, la esposa, las hijas, todo se vino a la cabeza en un abrir y cerrar de ojos; Era el primer temblor que pasaban solas mi esposa y mis tiernas hijas… impotencia y solo pedir a Dios que me las guarde… no pude hacer más por ellas esa noche, porque en el pequeño departamento que alquilábamos, no había línea telefónica… Entiéndase la limitación que tenía en ese horario de trabajo.
Lo duro y fuerte empezaba en el hotel, dos minutos más tarde. Habían huéspedes en todo el lobby; unos vestidos, otros a medio vestir y otros tan asustados que habían olvidado la ropa, o máximo llevaban su ropa interior.
Como podrá imaginar el amigo lector, el trabajo quedó para más tarde ya que había que dar abrigo, protección y tranquilidad a los gringuitos que no habían sentido en su vida un temblor tan fuerte. Considere usted mi amigo, estar en cualquiera de los pisos del quinto al diez y nueve. Ese hotel se movió bastante en realidad.
Que como cubrimos a los huéspedes que bajaron sin ropa?... fue cuestión de agilidad mental ese momento; el lobby bar; restaurante que funcionaba a esa época, había ya cerrado y las mesas tenían manteles… esas fueron las frazadas improvisadas hasta que reine la calma nuevamente. Además dispusimos que el personal del bar del hotel, salga a repartir shots de bebidas, a los que deseaban tranquilizarse por ese medio. Debo confesar que nosotros también lo hicimos porque la situación lo ameritaba.
Organizamos brigadas de empleados, para verificar el estado de la estructura del hotel y a simple vista solamente sufrieron algunas paredes en su revestimiento, porque se habían hecho algunas resquebrajaduras, mismas que no afectaban a la pared en sí.
De una habitación llamó muy asustado un huésped, porque dijo que algo muy raro sonaba en su baño. Efectivamente, uno de los codos de la tubería del agua se había roto y el ruido de la presión de la misma al salir, le daba un toque de misterio al acontecimiento.
Igualmente, de otra de las cuatrocientas habitaciones, llamó un hombre a comunicar que había mucho vapor en su cuarto y que estaba la alfombra empapada. A esta habitación se le voló un empaque del agua caliente y se llenó el baño y habitación de vapor y el agua caliente salió hasta la cama, produciendo el estado de shock del huésped.
Por lo demás, el susto fue pasando, nosotros acompañábamos a los huéspedes a sus habitaciones, y la tranquilidad retornaba de a poco por esa noche tan loca y llena de sensaciones encontradas. He de resaltar en todo esto, que tuve una llamada muy importante esa noche; era el ya fallecido Gerente de la Compañía, el único que se acordó de que había gente trabajando y su primera pregunta fue… “Como estás tú, como están los compañeros, por favor no necesito héroes… como están los huéspedes”... Gracias economista donde esté; Los que le conocimos, supimos siempre que su calidad humana era infinita. Jefes como El, no volvió a tener el hotel.
Los días pasaron y los nervios del sismo fueron bajando en intensidad; La vida siguió su marcha, con los altibajos de cada situación; pero a semana seguida, una noche de aquellas en las que uno de los miembros del equipo estaba cansado, y me refiero a Lucas “luquitas” como le decíamos, nos dijo que le cubriéramos que se iba a “pegar una cejita”. Habían días en los que por las diferentes razones, no podíamos descansar y entre los compañeros nos cubríamos unos minutos, sin que se entere el jefe de turno, persona que no era comprensiva con el personal y a quienes nos trataba muy despectivamente para darle un toque amable al relato.
Luquitas, tenía su “hueca” para descansar y he de ser claro y enfático, nosotros no sabíamos en donde era. Lo cierto es que el jefe averiguó por el botones y nosotros, no supimos contestar luego de varias averiguaciones. El jefe decidió sorprender a Lucas y fue en su busca… No supimos más de los dos hasta cerca de una hora más tarde y como fue…, se los cuento.
Cerca de las tres de la mañana, escuchamos que alguien bajaba las gradas de una de las torres en torpe, desenfrenada y loca carrera; sin medir consecuencias… “temblor”… dijimos; así era la psicosis que había quedado en nosotros, pero entonces quien bajaba atropelladamente, fue a dar en nuestra oficina… Lucas, asesando, casi sin aire en los pulmones, riendo; no atinaba a dejar de reír y entrecortadamente nos comentó que el Jefe, se había tropezado con él en… Y no hubo tiempo para más historia, porque escuchamos por los radios que el Jefe, solicitaba CLAVE 1… CLAVE 1… en el salón principal (clave1, era emergencia en el código radial del hotel).
Como era lógico, salieron en veloz carrera los elementos de seguridad y nosotros los auditores, porque era una emergencia de acuerdo al llamado. Ahí en el salón más grande del hotel, todo en tinieblas a nuestra llegada, solo estaba el jefe, asustado, petrificado, sin aliento… un ladrón, un ladrón… decía sin cesar; se encendieron las luces del salón y nada… pálido, transparente y todo tembloroso, ese hombre duro se había enfrentado a algo que le puso los pelos de punta.
Bajamos con el jefe y le dieron café; de a poco fue recobrando su postura, y juraba que había sido alguien, algo o no sabía qué, pero quiso atraparlo nos decía. Nos entró algo de temor y también nos quedó la duda de saber cuál de los fantasmas del hotel, atacó al señor jefe.
Pero esta incógnita, no iba a durar mucho tiempo, entre los que atendieron al jefe, no estaba el botones Lucas. Y por qué no estaba atendiendo al jefe?... si mi amigo muy sencillo de entender, el ladrón, bulto, fantasma o cosa, era El; si amable lector… Luquitas… porque su hueca de descanso había sido el salón de eventos, en medio del gran salón… y por qué?, pues igual de fácil, casi nunca, nadie, ni seguridad, ni el gerente de turno pasaban por la mitad porque era muy obscuro y no se veía nada, hasta ese día en que el jefe lo había hecho.
Dice Lucas que estaba profundamente dormido y sintió que le patearon y cayeron junto a él; cuando miró, era el jefe… solo alcanzó a rodar y salió en veloz carrera hacia una de las puertas y gradas de descenso. Claro, Lucas estaba acostumbrado a la obscuridad y pudo darse cuenta de quién era la persona que casi lo aplasta.
El estado de asombro y hasta cierto tipo de adhesión al jefe por el susto, se convirtió en motivo de burla y sarcasmo cada vez que lo veíamos y sabíamos que iba a hacer sus recorridos. Desde luego nunca más los hizo solo y dispuso que siempre el jefe de turno de seguridad lo acompañara.
Lucas por su lado, sacaba pecho de haber asustado al duro de la noche y nosotros guardamos el secreto hasta hoy que con permiso del botones fantasma se los cuento.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.

Comentários