“Atrapados en el elevador”
- Francisco Ortega
- 15 feb 2017
- 7 Min. de lectura

Muy común en las películas de acción, terror y hasta románticas. Es que hay algo en los elevadores que nos invita a pensar, en que alguna vez podríamos quedarnos atrapados.
Hola amigos. Esta ocasión compartiré con ustedes, una vivencia más de las que nos pasaba en mi hotel, allá a fines del siglo veinte.
Haciendo ejercitar a mi memoria, trato de recordar exactamente cuántos elevadores tenía el hotel. Y no me equivoco al decir que no eran menos de trece los elevadores de uso de huéspedes y colaboradores, tomando en cuenta también a los de servicio y carga de quipos.
Se había invertido en la modernización de los elevadores de uno de los tramos del hotel. Al decir de los expertos, los que teníamos en uso ya habían prestado su tiempo útil de vida y decían algunos de los técnicos, ya habían sido descontados hasta los impuestos de los mismos. Se había hecho por lo tanto obligatorio el cambio.
Lógico de pensar que mientras la obra se realizaba, la curiosidad y gana de probar los nuevos aparatos nos ponía inquietos y llenos de ansias de opinar. Pero no conocíamos nada de esas máquinas y nos limitábamos a criticar, siempre tratando de ser lo más objetivos en el tema. Otra cosa era ver cómo, cual rompecabezas fueran, se iban armando cada una de las partes de esos complejos aparatos.
Anclajes, pernos, poleas, cables de acero, jaula o cabina, motor, cerebro electrónico, puertas, botones de llamado, etc, etc, eran, entre los pocos componentes que se me ocurre citar, a fin de que usted estimado amigo lector, relacione lo que implica el funcionamiento de uno de esos aparatos que nos facilita la vida dentro de un edificio para subir o bajar con comodidad.
De la mano de la instalación, llegó el curso básico de activación o desactivación de los mismos, siempre dirigido a los funcionarios que de una u otra manera, debíamos estar en la operación del hotel. Aclarando que la empresa vendedora del elevador, tenía sus propios técnicos para reparación y el hotel debía preparar gente para que dé mantenimiento a fin de dar el cuidado preventivo.
Interesante y atractivo el curso que duró apenas tres horas. Los ejecutivos del hotel, ya sabíamos subir o bajar el interruptor en caso de paralización del sistema operativo.
Entraban y salían del hotel grupos de turistas de diferentes partes del mundo; alemanes, ingleses, chinos, norteamericanos, es decir de todas las latitudes nos visitaban y lo que generalmente sucedía, era que subían al elevador más de las personas permitidas, en pocas palabras, se sobrecargaba y lógicamente se disparaban las alarmas y el aparato dejaba de funcionar.
Ahí entrábamos en escena los ejecutivos del hotel, debíamos trasladarnos al cuarto de máquinas y accionar el interruptor, operación aprendida en el curso citado anteriormente. Pero para hacerle más compleja a nuestra participación, se debía llenar un reporte en el que se anotaba la fecha y la hora únicamente.
Nunca faltó la gente que marcaba las flechas equivocadas, o las personas que con “gran sentido del humor”, al bajarse o salir de la cabina, accionaba todas las teclas y los elevadores pasaban subiendo o bajando sin prestar su única y exclusiva función. Pero esas situaciones, se repetirán en todas partes donde haya un elevador.
Una vez entregados los flamantes ascensores, se procedió a las pruebas internas de funcionamiento. El departamento de ingeniería ya los había recibido, pero ama de llaves recién se iba a hacer cargo de los mismos. Subimos y bajamos un sin número de veces, comentando la velocidad, sonido y demás bondades del nuevo sistema… estábamos satisfechos.
El visto bueno para poner al servicio de los huéspedes, llegó de la Gerencia General y listos… gente subiendo y bajando sin notar siquiera, que la inversión había sido para su bienestar y satisfacción. Al final del día, eso es lo que nos hacía ser los mejores; es decir, dar el servicio extremadamente meticuloso a nuestros visitantes.
Deben haber pasado más de noventa días y de repente se activa la alarma de uno de los ascensores nuevos… no podía ser cierto; los habíamos probado al cien por ciento. Qué pasó?... lo cierto es que había dejado de funcionar y el ejecutivo de turno de ese día, había hecho lo que en el curso aprendió, sin obtener ningún resultado positivo.
Entonces el ejecutivo, decide que debe llamar al departamento de mantenimiento y que ellos se hagan cargo de poner en marcha el ascensor. Efectivamente se dispone lo pertinente y luego de no menos de cinco minutos, se enciende la verdadera alarma. El colaborador de mantenimiento, comunica que en el interior del elevador hay gente…. Imposible de creer y pensar que se le haya pasado por alto ese “detallito” al ejecutivo.
Nos tocó en suerte entonces, asistir al ejecutivo de turno, a fin de realizar la operación de apertura y puesta en marcha de los elevadores. Situaciones que me tardo en narrarlas, pero que en la vida real deben ser atendidos más rápido que volando, como usted amable lector, bien lo puede entender. Imagínese que ya habían pasado cinco minutos sin que las personas atrapadas sean atendidas.
Hicimos contacto con los ocupantes y nos enteramos que se trataba de seis personas; un capitán de aerolínea, dos aeromozas, un ejecutivo de una petrolera y dos esposos que hacían turismo. Qué bonito grupo para la historia, pero en la realidad se complicaba la situación ya que, la pareja de esposos era rusa y su inglés era muy elemental, no se diga el español.
El ejecutivo petrolero, se hizo cargo de establecer comunicación con el exterior y nos comunicó sobre su situación en la cabina. El piloto y las azafatas dialogaban sin demostrar mayor tensión o estrés, no así la pareja de rusos ya que la señora frisaba ya las siete décadas y su estado emocional se mostraba algo alterado.
Afortunadamente en el área de conserjería del hotel, prestaba sus servicios un joven políglota, mismo que era muy comunicativo y bastante entrador, es decir la persona indicada para la aproximación y mantener con calma a la pareja rusa en particular.
Mientras el diálogo se mantenía fluido y tratando de distender los ánimos, el personal de mantenimiento hacía sus mejores esfuerzos por solucionar el impase técnico. Se había remordido por fricción y distención de materiales, uno de los soportes, situación que ocasionó que se detuviera en su función el elevador. Pero este caso ya ameritaba que los técnicos de la casa vendedora se hicieran presentes en el hotel.
El ascensor estaba trabado entre el piso doce y su inmediato superior; para llegar a él, era necesario entrar desde el piso catorce, descolgarse utilizando escaleras y pararse en la cubierta o tapa de arriba del ascensor. En este lugar hay una puerta de acceso al mismo, utilizada únicamente en casos extremos o de mantenimiento profundo.
Sí; estoy consciente de que me he saltado el piso inmediato superior que sería el trece, pero para conocimiento de los lectores, en no muchos hoteles, no existe el piso trece, por cábala, superstición, creencia o precaución, y este hotel no tiene el piso citado.
Bromas o algo parecido, tratábamos de hacer a los ocupantes del elevador, obteniendo a ratos respuestas bastante ocurridas y oportunas. Debo confesar que en medio de la tensión que se vivía, el ánimo de los atrapados, era positivo. Definitivamente el tener una persona que hablara ruso, ayudó a que la pareja de esposos rusos hiciera más llevadera su experiencia en tierras lejanas.
Llevábamos ya veinte y cinco minutos con los huéspedes atrapados y luego del análisis respectivo, se dispuso que manualmente se tratara de deslizar el elevador hasta el piso doce. Operación delicada sobre todo porque en su interior se encontraban personas de cuya seguridad éramos responsables. En definitiva era lo único que se podía hacer y debíamos intentarlo.
Malas noticias; el aparato no baja ni sube. Nos miramos y comienza ya a apoderarse de nosotros un malestar y una ansiedad de impotencia indescriptibles. Hay que extraer a los huéspedes a como dé lugar. Mantenimiento y los técnicos han logrado ya anclar definitivamente la cabina en el lugar donde se encuentra y se procede a la operación de rescate de los huéspedes.
Se abrieron las puertas del piso catorce y la cabina estaba a un metro sesenta abajo; descendieron dos técnicos y una persona de mantenimiento y se pararon sobre el techo de la misma; debió sumarse también nuestro intérprete en ruso, para poder dar las instrucciones precisas del desembarque. El peso de ellos y los arneses, hacían más espectacular el momento.
Bendita tecnología… solamente se me ocurrió decir, cuando recibo a mi celular la llamada de mi oficina, en la que con urgencia querían hablar conmigo desde la aerolínea cuyos tripulantes estaban atrapados… lo que me faltaba y justo ese momento. Es que una de las jóvenes azafatas, vía telefónica, había comunicado el particular a su empresa y lógicamente habiendo pasado más de treinta minutos a ese momento, querían una explicación contundente.
Pedí a mi asistente, que me excusara y comunique que estoy apersonado del suceso y que en ningún momento existe gravedad alguna; además en breves minutos los llamaría yo personalmente. Todo esto sucedía mientras se destapaba el elevador y saludábamos directamente con los atrapados.
Un refresco y toallas húmedas para la sed y procurar algo de confort, fue lo primero que hicimos llegar a los ocupantes de la cabina. Luego debíamos ya evacuar el ascensor y se dispuso de arneses para cada uno de los huéspedes. Una vez colocados, se facilitaron escaleras y empezamos con la operación.
Los primeros en ser subidos fueron los esposos rusos. Debo aclarar que ese fue el orden que dispusieron los mismos ocupantes del ascensor, ya que de acuerdo a su criterio, los señores rusos estaban asustadísimos y representaban mayor peligro. Estuvimos en completo acuerdo. Luego siguieron las dos azafatas, luego el capitán de la nave y finalmente el ejecutivo petrolero.
Un saludo y disculpa a nombre del hotel fue el siguiente paso; Up grade de habitaciones, cortesías y todo tipo de atenciones VIP para los huéspedes se dispusieron desde ese momento. La presión cardíaca de la señora rusa se disparó hacia arriba y fue necesario llamar al médico del hotel para atenderla.
En la conversación con la aerolínea, no nos fue de lo mejor… el vuelo programado para salir del país fue cancelado… las razones eran muy claras y precisas; por seguridad industrial y de aeronáutica, el piloto y las tripulantes habían sufrido un trauma al estar encerrados más de treinta minutos en un elevador, motivo por el cual no pueden volar y debían recuperarse… El Ejecutivo petrolero, se atrasó a su conferencia y esto no agradaba a la compañía que ofrecía suspender su cuenta con el hotel…
Los ciudadanos rusos y el ejecutivo petrolero, se recuperaron satisfactoriamente en un crucero por las islas encantadas, los tripulantes también fueron agraciados con tours por Galápagos, en fecha a escoger por ellos. La aerolínea, demandó en otro plano por el vuelo cancelado y pérdida de clientela.
Nosotros quedamos muy preocupados por un suceso de esa magnitud y que acarreó las consecuencias ya anotadas anteriormente. Se presentó la demanda a los vendedores del equipo y la debida reclamación a la aseguradora. Pero el hotel debía seguir con su rutina… es decir; ante el cliente y consumidor, no ha pasado nada y la fiesta debía continuar.
Luego y por la empresa aseguradora, supimos que un desvío de algunos milímetros, provocó el calentamiento de la pieza averiada y originó todo el problema.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.

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