"Corran por su Vida"
- Francisco Ortega
- 30 nov 2016
- 6 Min. de lectura

Quien no se ha tomado un traguito?... Yo también lo he hecho y en relación a ello, les cuento otro caso hotelero.
Para aquellos que tienen buena memoria, el personaje protagonista de esta vivencia, fue diputado velasquista por Guayas, vicepresidente y presidente de la república entre los años 1961 a 1963.
Era la época en la que, estábamos dando nuestros primeros pasos como auditores nocturnos del hotel, juntamente con tres muchachos también nuevos en el área, veíamos y tratábamos de entender el movimiento de ese gran hotel. Con estos compañeros de labor, compartimos algunas de las vivencias que se las transmito en estos relatos.
De entre las recomendaciones que siempre se nos hizo, era una muy sencilla de cumplir y que, no nos haría daño alguno si la cumplíamos, al igual que nos pasaría si el resto de gente la cumplía. Cual era esa regla de oro?. Pues muy sencilla: “ver, oír y callar”. Esta regla viene de siglos atrás, de un santuario en Toshogu, en el que existe una estatua de madera, con tres monos: el primer monito tapándose los ojos, el segundo tapándose los oídos y el tercero tapándose la boca. Y que al decir de los guardianes del santuario que data del año 1636, representan la sabiduría.
Para todas las personas de mi época y que conocieron el hotel, teníamos una de las más famosas y conocidas discotecas de la ciudad. Discoteca exclusiva, a la que solamente ingresaban socios o invitados y en uso estricto de traje formal; vestido largo las damas y traje con corbata los caballeros… tiempos de ensueño, glamur y porque no decir de derroche y fantasía también.
Y que hablar de la cafetería que trabajaba entonces las veinte y cuatro horas… mmm… que delicioso caldo de patas a la madrugada o que secos de chivo… Todo preparado con recetas y manos nacionales. Cansaría a ustedes si nombro a los chefs de la época, pero eran verdaderos artífices de la gastronomía nacional. A eso se debía tanta concurrencia de gente.
Y claro, el hotel recibía desde pasadas las 21H00, a gente de todo tipo de credo y condición, clase media y acomodada, indicador que se marcaba por los precios del lugar. Visitaban la Discoteca, bares, salones de eventos, casino y las atracciones que temporalmente también se presentaban.
Nos visitaban diputados, alcaldes, banqueros, ministros, gente con hábito y seglares también; es decir la gente que hacía y deshacía en la política, banca privada, sector público y privado en general, de una época comprendida en los años ochenta o a fines del siglo veinte.
Lo que les cuento, por lo general sucedía en el turno de la noche; ese turno que no deja de ser atractivo y lleno de casos curiosos por decir lo menos; situaciones unas, que requerían nos esforcemos al 100% para solucionarlas por ser consideradas de extrema prudencia y otras que solamente con el buen uso del sentido común, se solucionaban de manera ágil y anecdótica.
Recuerdo tan claro, como si hubiera sido ayer que estando en la oficina, lugar en el que trabajábamos los auditores del hotel, el compañero botones de turno, nos dijo que en el bar había mucha gente y que estaban muy animados, porque uno de los asistentes, estaba invitando algunas rondas de licor.
No nos parecía tan extraño, porque en esa época los políticos de turno frecuentaban nuestro bar hasta altas horas de la madrugada. Me atrevería a decir que parecía que se los hubiera contratado para ser los encargados de cerrar el local.
A medida que pasaban las horas, los ánimos se caldeaban y no faltaba la risotada grotesca o el tono elevado de voz, de los reunidos en el local. Pero también debo reconocer, que en los años que trabajé en el hotel, si hubo dos o tres broncas con empujones y lo que ello conlleva, no fueron cuatro. La gente discrepaba y se reclamaba, pero no llegaban a las manos.
Pero había un personaje; …Que señor mientras estaba en sus cabales. Y cuánto se descomponía su figura, cuando por efectos del alcohol dejaba de ser señor; en todo sentido se trastrocaba ese brillante hombre en cuestión de horas o talvez minutos en un ser grotesco y no grato de reconocer.
Ya no era presidente entonces, pero si desempeñaba cargos de alto nivel. Esa noche, había ingerido considerable cantidad de licor y quería más; el personal del bar, ante tanta insistencia, elevó a consulta al metre del hotel, es decir, si era procedente seguir vendiendo licor a ese cliente. La respuesta fue: No más.
Porqué esa determinación? Si se conocía que era buena paga? Un cliente bastante roñoso pero cliente frecuente al fin y al cabo... Cualquiera que haya sido el motivo de esa determinación del jefe de sección de entonces; respetable por cierto ya que era una persona con muchos años de experiencia en ese cargo, fue tomada y comunicada al honorable diputado.
El cliente por su parte, a pesar de ya haber ingerido considerable cantidad de wisky, conservaba un grado de lucidez excelente, que en otra persona, hubiera sido suficiente para hacerlo dormir hasta avanzadas horas del siguiente día.
Los tonos se fueron subiendo y sentimos que había movimientos de personal, no acostumbrados habitualmente. Efectivamente el personal de seguridad se movilizaba hacia el bar… La curiosidad de todos era más allá de evidente; Solicitaron la presencia del gerente nocturno; ese señor al que hemos dedicado algunos renglones en otros relatos; Poco cordial, tajante, demostrando que él sabía de todo y nadie más, …ese era nuestro jefe y le tocaba dirigirse al bar del hotel.
No supimos a ciencia cierta, cuál fue la conversación entre el gerente y el diputado; cada uno de ellos dicen los que ahí estuvieron, tenía su propia razón. El uno con el licor en la cabeza y el otro dueño de la verdad. Pero lo cierto es que de esa reunión solo salieron rayos y centellas.
Estábamos en la recepción del hotel; el bar quedaba en la mezzanine, subiendo escasas gradas y sin que lo esperemos, de improviso, vimos como aquel imponente, prepotente y además jefe, corría despavorido. Mi madre diría… “como alma que lleva el diablo”; los empleados de seguridad habían desaparecido, el barman y meseros, desparecidos también.
Nos quedamos locos al ver lo que sucedía; en nuestros ojos, en pleno lobby del hotel. Era el diputado, pistola en mano, corriendo detrás del jefe. Que cuadro tan fuera de lo común; era la primera vez que alguien blandía una pistola en el hotel y tan cerca de nosotros, pero la bronca no era con los que ahí estábamos, la bronca era directamente con el Jefe.
La esposa del diputado, logró tranquilizar a su marido, no sin antes nosotros presenciar, una búsqueda alocada en los rincones del lugar, incluyendo nuestra oficina por parte del honorable. Personaje este que luego de semejante trotadera, supo acercarse a nuestra recepción a dejar las cosas claras… “Con ustedes no tengo problema muchachos”… dijo y se retiró a su habitación, no sin antes pedir el nombre del “sinvergüenza”, al decir de él que lo había maltratado, sentenciándolo a que si lo encontraba,… sería la última vez que lo viera.
Podrá imaginarse usted amable lector, el miedo y aceleración de pulsaciones que todos los presente teníamos. De repente se había alborotado el avispero, como diría el común denominador popular.
Debe haber pasado por lo menos una hora y apareció el jefe; todavía no tenía color en sus cachetes, a voz no era la misma, pero preguntaba por el huésped y trataba de saber que había dicho.
A muy breves rasgos se le comentó lo sucedido y huelga dar, las rozones de nuestra actitud. Al fin alguien, a quien no podría ajustar cuentas, hizo justicia por todos lo que ahí trabajábamos bajo su jefatura. Desde luego este caso pasaría a ser la comidilla del hotel por mucho tiempo y también significó el que él haga una aclaración sobre el cruce de palabras con el diputado.
Al día siguiente, el diputado volvió a su rutina nocturna; recibía visitas y las atendía en el bar, se exageraba en ademanes, gestos, palabras en contra de hombres y mujeres; se desdibujaba más y más a medida del consumo de su licor preferido.
El jefe, ya no intervenía y se limitaba a ver de lejos lo que sucedía, el diputado, consumía hasta el cierre del local.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.

Comentarios