“Rivalidad en la cocina”
- Francisco Ortega
- 15 nov 2016
- 6 Min. de lectura

Una vez más con ustedes, para en esta vez, contarles otra vivencia, de las tantas que sucedieron en el hotel.
Si mis querido amigos; era allá por mil novecientos noventa; la fecha y la hora mayormente no interesa; diremos que fue en la madrugada de un martes, cuando la mano impredecible de la rivalidad, visitara la cocina del hotel. Que como fue que pasó… se los cuento muy sencillamente, porque creo yo que, en toda ciudad, barrio, cuadra, edificio, familia y pareja, existen los inconvenientes, incomprensiones, disputas y malos entendidos.
Toda empresa particular, cuenta con elemento humano calificado para desempeñar su labor; pocas son las empresas que han contratado a alguien que, no cumpla con el perfil básico para desempeñar su función. De esta manera, inconscientemente, se ha creado ya; un estatus o una jerarquización, misma en la que son los colaboradores, quienes se van encasillando.
No importa si la empresa es grande o chica, siempre va a existir una persona que ha desarrollado, mediante estudios, experiencia, auto aprendizaje u otra vía, mayores capacidades y destrezas que otros que no lo hicieron. La madurez de cada individuo, es la llave del manejo de su preparación o posicionamiento. El desconocer o sobredimensionar lo que una persona ha logrado, puede acarrear consecuencias nada favorables.
Era una noche tranquila, no había mayor movimiento en las áreas del hotel; no se reportaba ausencia de personal a sus puestos de trabajo. Auguraba ser un turno apacible en todo sentido; Pero la verdad sea dicha, no era común un turno así. Todo el personal de colaboradores, estábamos acostumbrados a trabajar bajo presión; es decir ya extrañábamos ese estado en el que se da más del cien por ciento; extrañábamos esa gente demandando ser atendidos, con la presteza y calidad que les habíamos acostumbrado a recibir.
Habíamos terminado una de las rondas; ronda, llamábamos al chequeo minucioso que hacíamos, en las diferentes áreas del hotel. Se verificaba la no existencia de novedades y que esto concuerde con los reportes de seguridad. Estas rondas, se las hacía siempre en compañía de elementos de seguridad del hotel y no eran menos de tres o cuatro las que se realizaba por turno.
Supimos que la afluencia de comensales al restaurante se había incrementado, situación que marcaba ya mayor atención en esa área. En ese lugar, en este turno, trabajaban cinco meseros, un capitán, un cajero, dos stewards, dos cocineros y un ayudante de cocina. Un equipo de lujo; de aquellos por los cuales ni debíamos preocuparnos ni sentir nada de estrés por la llegada de clientes.
Bienvenidas, pedidos, comandas, ordenes entraban y salían de la cocina, sin complicación hasta eso de las tres de la mañana. Los elementos de seguridad son alertados de problemas en el restaurante. Acuden y el restaurante está en calma; No, no es en el salón. Es en la cocina del restaurante el problema. Un accidente…
Clave 1… clave 1… son los llamados de seguridad por la radio. Para quienes no han leído las vivencias anteriores, la clave1, era el llamado de emergencia extrema o por una eventualidad mayor de cualquier incidente dentro del hotel.
Acudimos de inmediato al lugar de los hechos, como las políticas lo mandaban y al llegar al restaurante, nos comentan los meseros, que ha habido un accidente. Nos preocupamos por las caras encontradas y pasamos al área de la cocina. Ahí se habían formado dos grupos; unos que sujetaban a un colaborador y los otros que trataban de auxiliar al otro.
Era el señor Gortaire, quien se encontraba sentado en un banco al extremo norte de la cocina y a quien diligentemente uno de los posilleros, atendía con algunos manteles blancos. Al centro de este espacio de trabajo, se encontraba el señor Riofrío, rodeado de compañeros.
Que ha sucedido?... pues nada de lo que hubiera originado controversia un tema laboral; los dos compañeros de equipo, circunstancialmente eran parientes; concuñados concretamente. Dicen los presentes, que todo empezó con los típicos reproches de trabajo; haz bien las cosas, eso no se hace así, es decir lo de cada día, pero salió a relucir un tema personal; el grado de preparación y de la mano a este tema, el de la familia. Es cuando los ánimos se han ido exaltando, al extremo de llegar a perder las luces por lado y lado.
El señor Gortaire, provenía de la vieja escuela de cocina y había sido instructor en uno de los institutos de la capital; el señor Riofrío, había estudiado en una de las academias que certificaban estar capacitado para desempeñar su función. Lo cierto es que los dos colaboradores eran buenos en lo que hacían.
La obnubilación de los pensamientos, logran que el ser humano reaccione de distintas maneras; en este caso lamentable, el señor Gortaire, ha agredido físicamente al señor Riofrío. Dicen que le dio un golpe certero con el puño, lastimando su nariz; puñetazos a diestra y siniestra, revolcones en el piso cual pelea callejera, pero en el lugar de trabajo. Lo grave de todo el acontecimiento, llega cuando el señor Riofrío, reacciona de manera nada convencional; tomando de su empuñadura un afilado cuchillo cebollero y hiere en el abdomen a Gortaire. Posiblemente creyendo haber solucionado el incidente.
Los manteles de la cocina, delantales y otros eran las vendas improvisadas para atender al agredido que se desangraba, mientras el agresor iracundo, amenazaba con liquidarlo.
No; Nunca habíamos tenido un caso similar en los años de trabajo en el hotel. Esta era mi primera vez y a pesar de saber de primeros auxilios, requisito indispensable para mi puesto, no sabía cómo actuar para controlar una cuchillada y hemorragia en el estómago de un colaborador.
Pedí un vehículo del hotel para trasladar al herido al hospital… no había chofer; éste se encontraba en el recorrido del personal. Manejé yo el vehículo y fuimos con personal de seguridad al hospital; no recuerdo haber observado semáforos; el asunto era llegar... la herida expuesta era muy fea.
Pero antes de salir con el herido, solamente regresé a ver al señor Riofrío y dispuse al personal de seguridad, lo mantuvieran en el hotel, hasta conocer de las novedades médicas del compañero y mi retorno para tomar las medidas disciplinarias acordes a la infracción.
Ya en emergencias del hospital del seguro social, nos recibieron y de inmediato atendieron al señor Gortaire; su diagnóstico fue “herida de arma blanca, a nivel de abdomen medio, costado izquierdo”. Esto desde luego traía una situación nueva y desconocida para mí; repito era mi primer caso de esa naturaleza y de esa gravedad. Tanto el herido como nosotros debimos declarar ante la policía sobre el hecho; y porqué la policía…? pues muy simple. Todos los casos de herida por arma blanca o arma de fuego deben ser reportados de inmediato a la autoridad y ellos lógicamente deben actuar.
El corte que sufrió el agredido, afortunadamente no comprometió el estómago ni el intestino; al decir de los galenos, fue un envainamiento. Ese hecho, logró romper vasos sanguíneos y provocar la hemorragia, sin comprometer la vida del colaborador, muy a pesar de haber perdido tanta cantidad de sangre.
De regreso al hotel y dejando ya estable con una pinta de sangre al herido, me dirigí a la bodega donde se encontraba Riofrío y logré conversar con él. Este hombre recién caía en cuenta de su proceder y no ocultaba su arrepentimiento. Pidió que se le ayudara a no ser detenido; adujo que tenía problemas familiares y que su desahogo fue provocar y agredir a su pariente, porque siempre se daba a ser más preparado que él.
Treinta minutos más tarde, se hizo presente la policía judicial y se llevaron al señor Riofrío. Yo, no lograba todavía entender el grado de estupidez humana y menos aún el grado de desequilibrio, que lleve a una persona a cometer semejante locura. El solo ver al entregar a la policía el arma utilizada, un cuchillo cebollero de más de 35 cm de largo cuya hoja medía 7 cm de ancho, lograba que la piel se pusiera de gallina, al imaginar lo fatídico que hubiera sido si el cuchillo desviaba su trayectoria en el cuerpo del atacado.
El hotel debía seguir su marcha; el caso se cerró con el despido de los dos colaboradores; recuerde usted que quien tiene la culpa no siempre es el agresor; quien inició la pelea fue el señor Gortaire.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.

NOTA: Por obvias razones, los nombres de los excompañeros, han sido cambiados.
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