“Que Mula tan Bonita”
- Francisco Ortega
- 31 oct 2016
- 6 Min. de lectura
Trabajábamos a full y los turnos laborales del hotel se repetían una y otra vez, marcando diferencia entre ellos únicamente la subida o bajada de la ocupación. Desde luego de la mano de estos altibajos, venía la preocupación de que a menos ingreso de huéspedes, menos porcentaje a recibir… Entonces todos, sin excepción de colaborador, poníamos toda nuestra capacidad y esfuerzo para sacar la operación adelante.
Se escuchaba y leía en los medios de comunicación, que la droga estaba por todas partes. Pero, o es que éramos tan incautos e ignorantes, que no conocíamos nada sobre el tema, o simplemente casi no había motivo para hablar de aquello. Es entonces cuando esta nueva vivencia hotelera, nos hace poner los pies en la realidad de esa lacra que dura hasta el día de hoy.
Por momentos, los ojos trataban de salirse de las órbitas; cuando, por la puerta principal de lobby del hotel, hacía su aparición una o alguna mujer, que por su belleza, nos cautivaba y deslumbraba. La verdad es que siendo un hotel de la magnitud e importancia del nuestro, no era nada raro que las personas, llegaran a prácticamente convertir el lobby en una verdadera pasarela de moda y elegancia.
Los restaurantes, casino, discoteca y diferentes centros de reunión del hotel, pasaban con gran afluencia de comensales y/o clientes, los mismos que libremente circulaban de un lugar a otro, a sabiendas de que estaban en un lugar seguro y lejos del ruido y apremios del ciudadano de a pie.
Ya no era para nada raro, que llegaran procedentes del exterior, mujeres guapas y atractivas, a las que un caballero o dama, acompañaran al momento de su registro y que comunicara que la cuenta será cubierta por él o ella mediante una tarjeta de crédito o en efectivo. Conveniente para nosotros, toda vez que eran tarifas altas las que se cobraban.
Por nuestro trabajo y el interés lógico de atender a una mujer joven o madura, pero de características hermosas, nos hacía reparar constantemente en su nacionalidad. Alemanas, francesas, norteamericanas, centroamericanas y de nuestra región también, pero eso si la gran mayoría con la particularidad ya antes señalada y supuestamente acompañadas de un historial de mundo envidiable.
Cierta ocasión, llegó al counter de recepción, una mujer que a no dudar estaba atravesando su cuarta década de vida; de aproximadamente un metro ochenta de estatura, ojos color verde claro, un cabello bien cuidado y su indumentaria era de lo más exquisita. Esta dama cuyo acento inglés se notaba al hablar un bien fluido español, dijo que representaba a una empresa de la que no había registro histórico, pero en ningún momento objetó la tarifa rack de la fecha para su pago.
En su tarjeta de registro, recuerdo claramente que había omitido el estado civil y la dirección era a no dudar de Inglaterra. Además decía ser alta ejecutiva de una empresa encargada de la venta de repuestos para automotores. La fecha de salida estaba prevista para dos días después y solicitaba servicio de transporte al aeropuerto.
Una mujer guapa y bien presentada, no pasaba por alto en ningún momento y era motivo de comentario de los diferentes turnos de trabajo de esas épocas. Más que por su apellido se sabía que era la señora de la suite 1853.
Situación particular era, que esta dama mantenía reuniones con mujeres bonitas, a las que les entrevistaba para trabajar directamente bajo su mando a nivel internacional. Las entrevistas se las desarrollaba en la suite alquilada.
Es así que en su segundo día de estancia en el hotel, dos jóvenes bien presentadas, han preguntado por la dama y al no estar ella en el hotel, piden hablar con el gerente de turno. Luego de las presentaciones de rigor y de mi sorpresa por esta entrevista, no sin antes haber sido advertido de que el caso debería ser llevado con la máxima discrecionalidad, se abría ante mí, un mundo tan fantasioso como en las películas de acción.
Era mi primera vez en un caso tan emocionante y difícil de llevar, que me fue necesario consultar con la gerencia general de la época y comentar sobre mi compromiso adquirido con las personas que me habían contactado. Saludo la memoria de ese gran señor economista, gerente general de la época y me quito reverente el sombrero.
Con el visto bueno de la gerencia, se armó todo un operativo en cuestión de horas. Camareras, botones, saloneros, porteros, taxistas y choferes del hotel, iban a jugar un rol de importancia al momento de la operación de las personas que nos contactaron.
Los elementos de enlace entre los funcionarios que hacían el operativo y el hotel, éramos solamente un coronel Ramos y yo. Todo debía pasar por nuestras manos mientras estuviéramos dentro del hotel; fuera del hotel, el asunto era meramente policial y nosotros no teníamos nada de injerencia.
Personal policial se hizo presente en el hotel a fin de vestir los uniformes de las distintas áreas y en cubierto poder hacer un seguimiento minucioso y detallado de la persona a identificar. Lo ideal para ese operativo era de ser posible capturar a su sospechoso.
Yo realmente no podía dar crédito a lo que me narraba el oficial a cargo del operativo; estaban siguiendo desde hace dos meses a la señora Smith. Ella al decir de la policía, estaba involucrada en narcotráfico. Era la persona encargada de contactar jóvenes a fin de transportar droga a otros países, favoreciendo con pasajes, estadía y dinero a quienes aceptaban el negocio. Posteriormente y ya estando alertas del caso, se pudo verificar que la señora Smith, logró entrevistar a veinte jóvenes en los dos días que pudo hacerlo.
Policías vestidas de camareras eran asistentes de las camareras verdaderas, desde luego trabajaban fingiendo limpiar los pasillos, lobby, áreas públicas y habitación del piso dieciocho; otros oficiales hacían lo mismo como botones, conductores etc, etc… Era algo muy emocionante y créame amigo lector parecía una verdadera película de pantalla gigante en la que sin saber estábamos involucrados.
El señor Ramos solicitó ingresar a la suite 1853, misma que tenía en su cerradura la tarjera de no molestar; lo hicimos siempre en presencia de personeros del hotel a fin de elaborar las actas de violación de espacio privado, y en menos de diez minutos, la pesquisa empezaba a dar los frutos deseados.
Bajo el colchón se encontraron algunos paquetes de polvo blanco y muchos preservativos. Además se encontraron no menos de diez fajos de billetes de cien dólares Era mucho dinero junto y la mente no paraba de dar vueltas en tan importante hallazgo.
No se toque nada fue la orden del coronel Ramos. Ya tenemos la evidencia… ahora si a esperar que llegue la Smith. Dispuso retirarnos del lugar y quedaron en el corredor de ese piso, dos camareras, un limpieza arreglando ventanas y un hombre de mantenimiento arreglando alguna falla. Entiéndase de que estas personas eran oficiales encubierto.
Se esperó cerca de dos y media horas, cuando hizo su aparición la dama finamente ataviada; era la señora Smith. Jovial, regalona de sonrisas y de propinas también a los chicos botones, que ajenos a todo lo que sucedía e iba a suceder, se aprestaban a colaborarle sin mucho esfuerzo. En recepción preguntó si tenía recados, para luego dirigirse a su habitación.
En el recorrido de la entrada al piso dieciocho, un botones supo acompañarle pretexto de dejar las novedades del hotel y un arreglo de flores de la casa, gesto que para nada disgustó a la huésped. En la habitación dice el botones encubierto, la señora le dio propina y ella le acompañó hasta la puerta. Luego de diez minutos llegó una persona de sexo femenino a verla y se encerraron en la habitación.
Ese fue el momento en el que el coronel Ramos dispuso, se dé inicio al operativo. Por razones de seguridad no se permitió que nadie del hotel, incluyéndome yo, estuviéramos involucrados en la operación. Por ley, yo debía estar cerca de la puerta al momento de la apertura y de inmediato retirarme. Era la primera vez que me encontraba rodeado de gente armada hasta los dientes.
Todo pasó en minutos; agarraron a la señora Smith facilitando a la visita, cápsulas hechas con los preservativos, los mismos que eran ingeridos por la nueva víctima del negocio de la cocaína.
Despejado gritó alguno de los miembros de la policía y el coronel me invitó a pasar y comprobar todo lo que se inventariaba como evidencia en contra de la bella dama señora Smith. Al decir del uniformado, la huésped también era una de las personas que llevaba el alcaloide en sus entrañas. Arrestaron a la señora Smith y su acompañante; cierto que les leen los derechos. Nada grato desde luego.
Días después de este suceso, recibimos una carta de agradecimiento, felicitación y recomendación, por haber facilitado y colaborado en este operativo, mismo que dejó una huella imborrable en mi memoria. Fue entonces que desde esa fecha podemos dar fe de que existen “mulas” y bien guapas.
El narcotráfico había llegado y de qué manera a enseñarnos en el hotel, de que caras vemos… y si mis amigos… corazones no sabemos.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.

NOTA: nombres y datos cambiados por obvias razones.
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