“Auditor por una noche”
- Francisco Ortega
- 15 sept 2016
- 5 Min. de lectura
Una vez más con ustedes, para contarles otra vivencia, de las tantas que sucedieron en el hotel.
Año en el que; el personaje de esta vivencia, era un político más de nuestro querido Ecuador. Nunca y mientras escriba mis vivencias, voy a hacer alusión directa a uno u otro personaje en relación a su buen o mal actuar en la política pública o particular. Siempre estaré hablando del ser humano, de la persona que existe detrás de cada uno de quienes nos impresionaban positiva o negativamente a esas fechas.
Si usted ha leído ya mis anteriores vivencias, podrá entonces ubicarse en el tiempo en que se originan mis escritos. En este caso en particular, nos remontaremos al fin de la década de los setenta; concretamente 1979, cuando el poder Legislativo, tenía como integrantes a los Diputados de la Nación.
Cabe aclarar para los jóvenes que leen esta vivencia, que en esas épocas en esta bella capital de los ecuatorianos, no había la cantidad de plazas hoteleras que hoy en día se ofrece. Éramos contados los hoteles que competíamos por llevarnos la tajada más grande del pastel, mismo del que; afortunadamente siempre nos tocaba la más gruesa y jugosa.
A parte de que el hotel pasaba la mayor parte del tiempo con ocupaciones mayores al 80%, y de que la gran mayoría de huéspedes, pertenecían a los mercados internacionales, no es menos cierto que un buen flujo de mercado, también estaba marcado por gente nacional, que ocupaba cargos altos dentro de la empresa particular y no se diga dentro del ámbito gubernamental.
Que suerte la nuestra, cuando al estar en la recepción del hotel, registrábamos a dignos representantes de gremios empresariales, clero, políticos, inversionistas, etc, etc… era un verdadero desfile de personalidades, todas ellas en busca de una habitación para pernoctar una, dos noches, semanas o meses enteros, dependiendo de su función en la institución a la que representaban.
Atendiendo una invitación, ante un grupo de jóvenes estudiantes de una de nuestras prestigiosas universidades, dije que… “los políticos también tienen sentimientos… Ellos también tienen un lado amable”. Nos hemos acostumbrado a juzgar a todos por los actos generalmente desmedidos de otros.
Se ha preguntado usted mi amigo; mi estimado y paciencioso amigo lector, como es ese político en sus horas de recogimiento, lejos de su curul, lejos de su despacho o lejos de su familia?... Pues le cuento que he tenido la oportunidad de poder compartir con algunos de nuestros políticos, momentos muy especiales y que no quiero que queden solamente en mi memoria ni en la memoria de quienes otrora, fueran mis compañeros de equipo.
Trabajábamos en el horario de la noche; de 23H00 a 07H00 y éramos parte del equipo de auditoría del hotel; una de nuestras funciones era la verificación de que los consumos facturados, vayan de la mano de la orden del cliente. A este proceso se lo llamaba “chequeo de vale-comanda”.
El auditor que debía realizar este tipo de auditoría, no es que se la pasaba de lo mejor en el turno de trabajo. Piense usted en verificar comandas versus facturas de no menos siete puntos de venta o cajas del hotel, las mismas que comprendían bares, restaurantes, servicio de habitaciones, lavandería, etc, etc…es decir todo lugar en el que se generaban ingresos a la caja del hotel.
Aburrido?... no…; apasionante?... si…; lo cierto es que hacerlo día a día, llevaba un cierto grado de paciencia y agilidad en el proceso. Debo recordar a los amables lectores, que este proceso se lo llevaba de manera manual; no existían los tan sofisticados sistemas computarizados que hoy en día nos acompañan y que en ellos se hace muy difícil equivocarse. En los procesos manuales, intervenían tanto los meseros, cajeros y cocineros. De estas tres personas, alguno por error podía mal interpretar el pedido.
Era septiembre del ya citado año en líneas anteriores; se había registrado nuevamente en el hotel, uno de los políticos de la línea dura de ese entonces; uno de los honorables a los que veíamos llegar siempre de punta en blanco y rodeados de gente de seguridad, seguidores y gente que aspiraba a una nominación en algún lugar de trabajo. La verdad y sin temor a equivocarme, hasta hoy en día sucede eso.
Ya éramos conocidos con el personaje; ya no nos hacía falta preguntarle el tipo de habitación que deseaba; conocíamos perfectamente la suite que le gustaba ocupar y a la que llegaba. No licor en su mini-bar, música ambiental moderada, frutas en la salita de estar, y así algunas de sus exigencias que ya se habían hecho parte del recibimiento que se le daba.
Muchas veces y ya entrada la noche, lo veíamos pasar en dirección a los elevadores del hotel y a duras penas si saludaba con los presentes, no faltaban quienes deseaban entrevistas, reportajes o hacerle llegar carpetas para opciones de empleo... Simplemente pasaba de largo.
Cuando el hotel entraba en calma; esto es tipo dos de la madrugada, solíamos ver a ese huésped que confesó tener insomnio, deambular por los pasillos mientras fumaba y cavilaba… Que ganas de saber sobre lo que estaba pensando; que ganas de poder decir lo que quisiéramos que haga en su curul, allá en el Congreso Nacional. Pero eso no sucedería jamás. No es ético que en nuestra condición abordáramos temas políticos, religiosos o de cualquier índole con los huéspedes.
Nuestra cortesía y cumplimiento de los estándares del hotel, lograron que el acercamiento a este huésped se hiciera más informal; diría yo más coloquial inclusive. Algo que habíamos tomado como costumbre y ya casi obligación, era el cigarrillo y como sabíamos que el personaje también fumaba, nos identificamos por ese medio y aceptaba sentarse con nosotros a tomar café y fumar en la oficina.
Mentiría si digo que a diario lo hacía; casi siempre a las dos o tres de la mañana, lo menos dos veces por semana, recibíamos la visita cordial, diáfana y sin prejuicios de este huésped. Él sabía que no nos faltaba café en la oficina y siempre acompañábamos la tacita de café con los infaltables tabacos. Nos encantaba fumar uno de los más fuertes de la época. Alguna vez se le terminaron sus cigarrillos y compartió los nuestros; a día seguido nos llegó una dotación de tabacos para todos los auditores.
De que se hablaba?... de todo lo que pasaba en el país, la noticia del día a día y caballos; sabía mucho de caballos y nosotros estábamos fascinados escuchándolo. Déjeme decirle que jamás se habló de política. Este personaje, se despojaba al 100% de su investidura pública a la hora del café como ya la llamábamos y aceptaba chistes y bromas mientras nos acompañaba a realizar la auditoría.
Una noche recuerdo claramente, estábamos descuadrados; término que utilizábamos decir cuando no cuadraban los vales contra las comandas. El compañero botones, dijo que el ingeniero estaba afuera y preguntaba por nosotros; que pase dijimos. Entró y se sentó… estábamos atareados porque ya era hora de cuadrar el balance… Se dio cuenta y empezó a ayudarnos con el chequeo de vale comanda. Que impresión más agradable tuvimos. Nos tocó en medio del descuadre, explicar lo que debía hacer, pero su oportuna ayuda significó bastante para nosotros.
Nos dieron las cuatro de la mañana; encontramos el error y la tensión bajó su nivel; café y tabacos se repartieron… fumamos tranquilos y nos felicitó por ser tan minuciosos al decir de Él; antes de retirarse a su suite, nos agradeció por haber dejado que nos ayude y ser por una noche, “auditor”.
Otras noches de conversación, café y tabacos hubieron, ahí conocimos al hombre hogareño, desenfadado, tranquilo, y a quien hacían falta su familiares. No se diga que fuimos fanáticos de ese hombre, pero ese ser humano calificado de autoritario y polémico en la vida pública, dentro del hotel nunca lo fue. Con el tiempo dejó de llegar porque sus funciones cambiaron.
Volvimos a recibirlo en el hotel cuando asumió la presidencia de la república el año 1984. Algunas veces que asistió al hotel por diversos compromisos, pasó por recepción saludando a los compañeros de café y cigarrillo y por una noche de trabajo de auditoría. Si rompía el protocolo al hacerlo, creo que no le importaba; solamente nos estrechaba la mano y seguía.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.
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