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Han visto a la señora Xiao Chen.

  • Paco Ortega Perez
  • 31 ago 2016
  • 8 Min. de lectura

Ahora con ustedes amigos lectores, para narrarles un acontecimiento fuera de lo común, pero muy real… sucedido en el hotel.

Terminaba el siglo veinte; Concretamente transcurría el mes de diciembre de 1999 en esa bella y atractiva ciudad, cuna del libertador. Petardos, camaretas, pitos, trompetas y algarabía acompañaban noche a noche a las veladas de fin de año, de esa gente alegre por naturaleza del hermano y ya sufrido pueblo donde me tocó en suerte vivir a esa época.

El hotel era grande y el total de su capacidad de alojamiento, superaba las mil cien habitaciones, repartidas en tres edificaciones inmensas, dos piscinas, canchas de tenis, canchas multiuso, helipuerto, algunos salones de gran capacidad, es decir era a no dudar uno de los más grandes hoteles de esa linda ciudad.

Entraban y salían huéspedes, procedentes de todas partes de los diferentes continentes; hombres de negocio, ejecutivos, artistas y toda la diversidad de ciudadanos del mundo, que usted pueda imaginar.

En uno de los pisos superiores; piso veinte y dos, un lugar acogedor, de ventanales muy amplios desde donde se alcazaba a dominar toda la ciudad sin barrera alguna, se recibía a la gente que de una u otra manera llegaba a ser considerada como VIP. Este nominativo se daba ya sea por su posicionamiento empresarial, recomendación y pedido institucional o simplemente por pagar la tarifa más alta establecida.

También se manejaba tres pisos de habitaciones, destinados únicamente al mercado oriental; Chinos o japoneses. Ellos ocupaban esta área decorada y arreglada con detalles de su cultura. La afluencia de ciudadanos de esos lares del planeta, era bastante frecuente, al extremo de que había todo un equipo de ejecutivos que atendía la demanda de ese mercado.

Como decía al inicio, estaba por llegar el tan temido, anhelado, y esperado cambio de siglo. Estábamos tomando todas las medidas de precaución en el área de sistemas, porque si usted hace memoria amigo lector, se vaticinaron muchos problemas en las computadoras, con los cambios de fechas; un cambio de siglo a no dudar, se vive solamente una vez. También estábamos preparando la fiesta de fin de año en el gran salón, lugar este con capacidad para más de dos mil quinientas almas. En pocas palabras, a esas fechas lo que más nos faltaba era tiempo para estar listos a la hora cero y lo que más sobraba era trabajo.

Recuerdo claramente que a escasos tres días del fin de año, me llegó el reporte del departamento a de ama de llaves, en el que; se informaba que por quinto día se mantenía el cartel negro en una de las habitaciones del piso quince. “Cartel negro” que para nosotros significaba no molestar y que siendo colocado por el huésped, lo debíamos respetar. Desde luego hasta para eso hay que mantener los protocolos y procedimientos.

Hechas las averiguaciones al personal de turno de los diferentes días, se pudo ir atando cabos de lo que allí sucedía.

Decían las camareras que el huésped de la habitación 1563, de nacionalidad china y de nombre Huan Yue, se había registrado con su esposa, la señora Xiao Chen, vísperas de navidad y que a día seguido se los vio salir y retornar al caer la tarde, con fundas y paquetes. Algo típico en un hotel ya que como usted sabe, al hacer turismo siempre nos llenamos de compras y paquetes.

Lo particular de ello, es que desde el tercer día, el señor Huan Yue, se daba el trabajo de esperar a las camareras cada mañana para comunicarles que no necesita servicio de habitación ya que en su cultura, al decir de él, la esposa era quien debía arreglar su nidito de amor. Nada de que extrañarse en ese tipo de conductas y pedidos, porque como en todas partes del mundo, hay culturas y costumbres, a las que debemos respetar y más cuando somos los anfitriones y brindamos hospedaje.

Pero los acontecimientos se iban sumando y es cuando, en el reporte del gerente nocturno, aparece que… “se percibe un olor desagradable en el piso quince”… Situación no reportada por ama de llaves porque a las mañanas se empieza el trabajo abriendo ventanas y pasillos y el olor se disipaba. A esto sumemos que hay huéspedes que encienden sus varitas de olor o incienso y se logra una mezcla de aromas que bien pudieron distraer la atención en el día del personal de habitaciones; En consideración a que las culturas orientales son bastante amigas de los aromas artificiales, que en lo personal considero que los hay deliciosos y otros no tan agradables… pero como dicen los entendidos, en gustos y colores, no opinan…..

Ya existía la preocupación de que en el piso quince, pasaba algo no muy regular y fue cuando centramos nuestra atención en ese piso y dispusimos verificar el listado de huéspedes y el tiempo de permanencia de los mismos en el hotel. Resultado de lo cual, aparecieron muchas personas de entre los cuales sus nombres ya fueron citados.

La situación no podía seguir con la incógnita abierta y empezamos a verificar tuberías, cañerías, desagües, es decir todo aquello que pudiera predecir que el daño se encontraba cerca; Efectivamente, había un mal olor que salía de alguna habitación y se mezclaba en los ductos que bajaban a la cisterna de aguas negras, que como bien se entenderá ya de por si despedía un olor…. Si mi amigo nada; …nadita agradable.

El personal de ama de llaves pidió la autorización a la gerencia operativa de turno, que se permita ingresar a todas las habitaciones del piso, incluyendo a aquellas que tenían cartel negro. Era bastante evidente que algo pasaba y ya para ello habíamos empezado a no vender habitaciones en el sector de ese piso y de esa ala del hotel. Hasta tanto, seguridad estaba haciendo un barrido de movimientos de huéspedes en las cámaras del lobby para ver si había algo que llame la atención.

Para ingresar a las habitaciones que portaban cartel negro, era necesaria la presencia de un ejecutivo de alto nivel, acompañado siempre de un elemento de seguridad, la supervisora del piso y lógicamente la encargada de ese día de la habitación a visitar. Todo ello porque se debía llenar un acta de violación de espacio privado. Entonces una vez reunidos, se procedió a abrir la habitación 1559 de una señora de apellido Wan; en esta habitación solamente encontramos desorden… parecía que había pasado un ciclón o que esta persona era recolectora de olvidos, sobras u otras cosas. En el registro solamente tenía dos días en el hotel y la habitación estaba como dirían los niños…”arriba patas…”

Luego de levantar la respectiva acta, dejamos esa habitación y procedimos a verificar la siguiente en el listado; le tocaba a la 1565, 1567 y así hasta terminar el lado correspondiente a esa serie, para luego proceder con las del lado opuesto. Nos tocaba entonces y luego de otras, verificar la habitación 1563; si, exactamente la del señor y señora Yue y Chen

Llamamos a puerta las tres veces que pide el estándar... toc, toc, toc… esperamos el tiempo prudencial y nuevamente la operación… toc, toc, toc… Nadie respondía. Introduje mi llave maestra en la cerradura electrónica y se produjo el milagro de la tecnología; se encendió el botón verde y se abrió la misma. Que olor… que sensaciones tan encontradas percibimos al ingresar. Había una mezcla de todo; incienso, desodorante ambiental, naptalina, y algo más y muy fuerte a la vez; que desagradable olor se percibía…

Desorden y más desorden; no logro entender como en una habitación de cinco metros por cinco metros de área, puede existir tanto desorden… paquetes, bolsas, maletas, comida, etc, etc… Y nosotros expectantes y alertas todos, por la incertidumbre de no poder detectar de una sola vez el origen de ese olor.

Dispuse se corran las cortinas y abran las ventanas, a fin de obtener algo de luz natural y ventilación a ese ocre olor penetrante hasta lo más interno de las fosas nasales y cerebro mismo.

Entonces el hombre de seguridad llamó la atención de todos los presentes, o como se diría, dio la alarma; ahí en la tina del baño de la habitación, dos fundas de plástico blanco y un olor insoportable, inundaba el pequeño cuarto. A leguas se notaba que en una bolsa había algo gelatinoso; desperdicios de comida, carne, productos orgánicos en descomposición parecía; Pero en la otra bolsa, había algo más duro y con sombras negras… ¿Quién iba a abrir las bolsas… ¿Quién debía hacerlo… Sentíamos miedo y exitación…

Entonces y con la tarjeta de registro en la mano, verificamos una vez más que era la habitación del señor Yue y señora Chen. Sus prendas de vestir en las maletas, correspondían a una pareja viajera. Solicité a seguridad, verifique la hora de salida de los huéspedes en las cámaras del lobby… se produjo una corta espera hasta lograr el cometido, pero para quienes estábamos en la habitación, pareció ser un siglo.

Sonó el teléfono de la mesita de noche y era seguridad… el señor Yue había salido solo del hotel hacía una hora, sin su esposa. Llevaba en sus manos dos fundas de plástico blancas (al igual que los dos días anteriores) y no había retornado todavía. La curiosidad y desagrado por el contenido de esas fundas fue más allá de toda razón y pedí abran las bolsas… ¡!Uy… Mamá…¡! Y otros adjetivos no publicables se me fueron… y de verdad que esa fue mi reacción; palabras más, palabras menos. Creo que me faltó pared para arrimarme… No recuerdo haber sentido tanta tribulación en mi mente ante el cuadro macabro, dantesco, escalofriante y horroroso.

¡! Una cabeza ¡! Si mi amigo lector, era la señora Chen; o mejor dicho lo poco que quedaba de ella en una de las bolsas y parte de una pierna en la otra.

Cerrar el piso, llamar a la policía, orden de discreción total… fueron entre otras las primeras disposiciones que di, luego de este “horror” vivido por decir lo menos. Ahí en el baño, había un par de cuchillos de cocina, una cierra, abundante papel de empaque, bolsas blancas, cuerda nylon y pocos manchones de sangre en la tina, posible lugar del asesinato, desmembramiento y retaceo del cuerpo de la señora Chen.

Hasta que llegue la policía, misma que como todo país tiene sus reglas y formatos específicos, esperamos en medio de un ambiente más allá de lúgubre y a la expectativa de que retorne el huésped señor Yue, para quien; sin ser mi facultad legal, yo había pedido a seguridad del hotel, que tan pronto como ingrese a nuestras instalaciones, sea detenido y llevado a las oficinas hasta que la policía haga su aparición. Como dato curioso, para esas épocas en esta ciudad, el promedio de asesinatos por noche no bajaba de veinte o veinte y cinco. Entiéndase entonces la tardanza de los elementos uniformados.

Hasta tanto el señor Huan Yue, esposo de la difunta señora Xiao Chen, ingresó por el lobby del hotel a manos vacías; fue abordado por seguridad y trasladado hasta las oficinas de su área. Ahí antes de que llegue la policía, reconoció haber ultimado o asesinado a su esposa porque al decir de él, “ya no la soportaba…”

Lo demás o lo que siguió, fue asunto policial y nuestra gestión de ese día en resolver el caso del mal olor, termina con la disposición de poner fuera de servicio a la habitación a fin de realizar una limpieza profunda, desinfección y todo lo que conlleva alistarla para la venta.

La noche de fin de año había llegado… La vida debía continuar… Nos cambiamos de traje y a disfrutar el cambio de siglo y dar recibimiento a lo grande al siglo XXI.

Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.

NOTA: Como es lógico de entender, los nombres de los huéspedes fueron cambiados, no así la realidad de los hechos.


 
 
 

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