“Los fantasmas del hotel”
- pacOrtegap
- 15 jul 2016
- 7 Min. de lectura
Y quien dice que no?; Y quien dice que si?... pero el decir popular y generacional lo dice y es el momento de comentar sobre ello.
Una vez más con ustedes, para en esta ocasión hablar de un tema hotelero que por tradición, costumbre, creencia, superstición o charada, se sigue dando en los hoteles grandes y pequeños de esta nuestra franciscana ciudad de Quito y del mundo entero.
Hace como tres décadas atrás; es decir cerca de terminar el siglo veinte, tuve la oportunidad de trabajar en el hotel más grande de la capital a esas fechas.
Fui favorecido para entrar a trabajar en el turno de “la noche”, mismo que, ahora se lo conoce como tercer turno y que empezaba a las 23H00 y se extendía hasta las 07H00 del día siguiente.
Dejaremos claro que cuando mi amigo, persona por la que ingresé al hotel me dijo turno de la noche, yo; alegremente, asumí que sería de 19H00 a 23 o 24H00… y que para mí sería como un juego de niños, estando en mis mejores años de juventud.
¡! Error ¡!... Que equivocación más grande. No, no es fácil dejar de lado las farras, amigos, la vida de los treinta, para pensar en lo principal; la familia, que era por quien se obtenía este otro trabajo.
Pero la noche es obscura, misteriosa, enigmática y trae consigo un sin número de acontecimientos que día a día se iban profundizando en el creer de los que ahí trabajábamos.
Fui contratado para el departamento de “steward” y mi función no era fácil ya que ingresé a lavar platos; muchos platos y más platos; también debía lavar las planchas de cocina, marmitas, ollas y utensilios propios del lugar, sin dejar de lado los pisos. Es decir no tenía contacto con huéspedes ni clientes
Cuando me dieron la bienvenida y recorrido nocturno por los pasillos y subsuelos de esa mole de hormigón, que contaba con tres niveles de subterráneo, y al escuchar los comentarios de los diferentes pasadizos algo lúgubres por la ubicación, la piel no dejaba de ponerse cual gallina fuera.
No faltó la voz de alguien mayor, a quien luego no pude identificar, por mi condición de recién llegado, que dijo de manera algo burlona pero no menos amenazadora, y cito textual: “…cuidado con el duende que está suelto…” Me inquietó aquello, y créame usted amigo lector, no dejó de ser una voz que siempre retumbó en mis oídos.
Luego de recorrer muchos lugares y ya en el sector de los calderos, me hablaron del duende; entre las bodegas se me dijo que aparecía el gato negro y al pasar por lavandería, no faltó quien me diga que por ahí también aparece la novia; y del fantasma del albañil que había muerto al caer desde los pisos superiores hasta los sótanos en construcción, dijeron muchas cosas más.
Fui haciéndome a la idea de que alguna noche tendría la desagradable sorpresa de encontrarme con alguno de los personajes anotados y de los que rápidamente daré sus características propias del hotel.
El duende.- quienes dicen que supieron de él, no se alejan para nada de las descripciones comunes de los quiteños; es decir enano, viejo, con sombrero alargado y por sobre todo ”malo”, ya que le gustaba pegar a quienes se quedaban dormidos, o hacían el trabajo con desgano. Su lugar de aparición por lo general era cerca de los calderos.
El albañil.- de este fantasma, decían que, deambulaba por los subsuelos en busca de algo o alguien y se los encontraba para llevarse solo a quienes pasaran por ahí sin hacer nada, causando el lógico susto o espanto.
El gato negro.- un animal esquivo de ojos rojos que habitaba cerca de los calderos, animal este a quien nadie pudo atrapar por lo escurridizo que era, pero que su lugar favorito eran las bodegas, a pesar de que frecuentaba también los corredores y los dejaba llenos de un fétido olor a azufre concentrado.
La novia.- fantasma femenino, que al decir de los antiguos, había fallecido en su noche de bodas en el segundo piso y se aparecía a las camareras y personal de servicio de día o de noche. Ella usaba su traje de novia con el que se casó.
Al no ser crédulo en este tipo de situaciones paranormales, transcurrían las noches de mi estancia en ese puesto de trabajo sin mayor novedad hasta que una noche, allá por 1987 se corrió la voz de que el duende había atacado a un compañero de mantenimiento; acudimos con la cuadrilla de trabajo de mi área al lugar mencionado y fue la primera vez que sentí como un fuerte escalofrío entraba por cada uno de mis poros… y no era para menos.
Ahí tirado cuan largo era, en el suelo se encontraba Juan, tendido en el corredor del subsuelo tres, a la entrada del cuarto de calderos, tenía la mirada fija en no sé donde, pero tenía los ojos muy abiertos, de su boca salía algo como la espuma y no atinaba a articular palabra.
Todos teníamos miedo incluyendo a uno de los fantasmas de carne y hueso que llegué a conocer y que “confidencialmente” les cuento, era el Jefe de nuestro turno de trabajo, para todo el hotel; un hombre que parecía haber sido contratado para atormentar a quienes ahí trabajábamos, porque nunca supimos de él, quien era como persona, menos aún como ser humano.
El Jefe, ordenó que no nos acerquemos a Juan porque estaba fingiendo y ya pronto se repondría…. Pero no, Juan no fingía; había sido visitado por el duende y para sorpresa de casi todos, pudimos constatar porque nos mostró la evidencia del maltrato físico que había recibido.
Nos quedamos mudos y el miedo esa noche se apoderó de todo el equipo de trabajo de ese turno y que también les comento que al decir de algunos, los más allegados al Jefe, también se impresionó ver la paliza que recibió Juan.
Esa era la primera evidencia de que alguien andaba por ahí en busca de algo y de que uno de los nuestros, de la gente de base, había sido visitado.
Luego de un tiempo; allá por 1990 estando ya en otro puesto de trabajo en uno de los departamentos administrativos del hotel, recibimos por parte de Seguridad, la noticia de que alguien en uno de los corredores del subsuelo, había dejado sin sentido a uno de los compañeros botones. Nuevamente corrimos en su ayuda y el ambiente era igual de pesado y Luis el compañero botones, yacía sentado como en estado catatónico, sin haber podido controlar sus esfínteres y con un mínimo de aliento como para poder compartir lo sucedido.
Luis a duras penas pudo contarnos que, bajó a ver si ya estaba la cena (nuestro comedor era en el subsuelo uno), y que un hombre fornido, sudoroso y con ropa de trabajo en construcción le agarró del brazo y quiso llevarle hacia las bodegas, siempre sonreído pero con unas manos grandes y ásperas. Cito textual;”…Yo me negué y traté de soltarme, pero él me abrazó y dijo que hoy no llegaré a mi destino. Alcancé a gritar y no recuerdo más…” nos dijo mientras enjugaba sus ojos por el llanto que tenía.
Decir que no me asusté, sería mentir y más cuando miraba a un amigo en ese estado tan calamitoso en el que quedó luego de su encuentro con el maestro albañil.
El resto de la semana misteriosamente, ninguno teníamos hambre ni ganas de bajar a cenar, solo del miedo de que nos pase algo igual o simplemente de que se aparezca el fantasma del maestro albañil.
Ya por 1995 y ocupando una nueva posición dentro del hotel, esta vez en el turno matutino, me tocó vivir otro caso que me ha hecho pensar en que las leyendas vienen por algo de cierto, de ficción, de temor, de falsas creencias o simplemente porque nosotros queremos que así sea.
Eran como las diez de la mañana y entró atropelladamente a mi oficina, una de las supervisoras de ama de llaves. Ella, toda desencajada ya que, a Teresita le encontraron botando espuma y con convulsiones en uno de los tramos del hotel, segundo piso.
Corrimos a ver a la camarera y efectivamente esa mujer era Teresa. Nombrada como la mejor camarera del mes, distinción que en un hotel como ese, era muy honroso recibirla.
De no creer que una persona pueda llegar a ese estado solamente por el miedo y temor a lo vivido. Se repetía casi igual el cuadro de Luis, pero Teresa estaba tan exaltada que a gritos y atropellos nos comentó que había tratado a ayudar a llamar al elevador para una guapa mujer que al parecer iba a contraer nupcias en uno de los salones del hotel.
Esta guapa mujer estaba vestida de novia y era muy bella y sonrió al pasar junto a Teresa; y como es costumbre, aparte de política del hotel, los empleados ayudan a los huéspedes, ella; se adelantó al elevador para marcar el botón; mas, al regresar a ver a la novia para darle su buena suerte y felicitación, se encontró con una calavera en lugar de la bella cara que había visto y la vio flotar por el pasillo hasta perderse al final del mismo. Lo extraño de esto es que la supervisora del piso que entraba por el otro lado del corredor, alcanzó a ver que alguien de blanco se perdía por el final del mismo y no relacionó el caso con lo sucedido.
Por pedido de las chicas camareras porque en esas fechas solo eran damas las que trabajaban en ama de llaves, se organizó un servicio religioso en el piso a fin de que la novia descanse en paz…
Trabajé veinte años en el hotel y no tuve la buena o mala suerte de poder establecer contacto con ninguno de los citados fantasmas de este lugar. Las historias siempre siguieron y conozco que no falta quien haya visto, oído, sentido u otra experiencia de tipo paranormal en los hoteles grandes o pequeños.
Este tipo de historias, se repiten a lo largo de nuestro territorio, y en los países que he tenido la suerte de visitar, he averiguado a los trabajadores hoteleros sobre este tipo de sucesos, y la respuesta ha sido que sí, que sí hay historias que nos asustan ya sea en América, Asia, Europa, u otros lares del planeta.
Me despido con un hasta pronto, para poder compartir con ustedes otro tema hotelero.
コメント